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  • Del móvil a la gran pantalla con estos proyectores rebajados desde 50 euros
    Ver películas en el móvil cómodamente gracias a las aplicaciones móviles que tienen todas las plataformas de streaming como Disney+, Netflix o HBO Max (con el que puedes ahorrarte ahora 40 euros al año) es muy fácil, pero, montarte un cine en casa tampoco es muy complicado. Solo tienes que coger ese teléfono donde tienes todas tus series y películas favoritas y conectarlo (con cable o bluetooth) a un proyector de cine portátil. De esta forma podrás proyectar una película en una gran pantalla desde tu móvil. Si tenemos un proyector portátil compatible con nuestro móvil podremos vincular de forma fácil, sin tener que utilizar un ordenador portátil cada vez que queramos ve una película en gran pantalla como en el cine. Una de las ventajas que ofrece un proyector para móvil es que normalmente funciona sin cables, la conexión con el dispositivo se hace a través de wifi, por lo que es más fácil y rápido montarte un cine en casa. No obstante, los modelos más baratos poseen cable en lugar de con
  • Sumar ya tiene barones
    Seguramente en la campaña será diferente, pero –de momento– la imagen que proyecta Sumar es la contraria a lo que nos habían contado. Iba a ser un proyecto amable con un liderazgo claro que debía unir a la izquierda del PSOE. Quizá a partir del sábado así sea, pero de momento se ha convertido en un cruce de vetos y en un pulso evidente de barones territoriales, como en los tiempos entretenidos del PSOE. Colau recela públicamente de Podemos y los acusa de tener un vínculo con ERC, Compromís quiere que Díaz le dé todo el espacio en Valencia, y Madrid sigue siendo una incógnita. Quizá es momento de que Yolanda Díaz se decida a poner orden.
  • Jurados
    El final de curso conlleva que estas son las últimas semanas en las que se fallan los premios literarios que aparecerán publicados en el otoño. Novela, novela corta, relatos, infantil, ensayo, toda esa extraordinaria riqueza que el lector a veces pasa por alto, pero que da la vida a los autores que escogen temas o géneros que por su naturaleza quedarán apartados de las mesas de novedades más rutilantes, los premios literarios limpios (pese a la mala fama que algunos arrastran, son los más) permiten una interesante cata de lo que se está escribiendo pero no aún publicando, de las nuevas tendencias y de las voces nuevas. Las apuestas. Los valientes. Cuando eso se tuerce emergen obras en certámenes que deberian haber quedado desiertos, textos que se han leído infinitas veces o libros apresurados, estirados, mutilados para encajar en unas bases siempre sádicas, cada vez más cortantes: porque la picaresca es connatural a estas situaciones, y se descubre siempre a posteriori, sin que el ingenuo estafador
  • El bullicio de la Feria del Libro de Madrid: un retrato de la radicalidad de la gran ciudad
    España dejó de ser un país anormal cuando los lectores invadieron el espacio de la literatura. Los libros salían de la exclusividad de chismosas tertulias en cafeterías caras para tomar la calle. Con sus plazas, con sus balcones. Incluso con sus televisores. En esa okupación sensata de parques y jardines, La Feria del Libro de Madrid empezó a coger impulso en la resaca de la edad del pavo de la democracia. La excusa, el encuentro entre lectores, autores y admiraciones. El trasfondo, la liturgia de la socialización con sus miradas discretas, e indiscretas. Miradas hacia obras por descubrir, pero, también, miradas hacia las colas de unos y otros. Colas largas, colas cortas, colas sin nadie. Esperas con el cosquilleo de conversar con los autores, que están en las casetas en modo exposición zoológica. Sentados debajo de su foto, como diciendo: "compare, entre original y posado". La Feria del Libro de Madrid representa la exageración de la capital: tan grande, tan abrumadora, tan gentrificada, tan acompa
  • El bullicio de la Feria del Libro de Madrid
    España dejó de ser un país anormal cuando los lectores invadieron el espacio de la literatura. Los libros salían de la exclusividad de chismosas tertulias en cafeterías caras para tomar la calle. Con sus plazas, con sus balcones. Incluso con sus televisores. En esa okupación sensata de parques y jardines, La Feria del Libro de Madrid empezó a coger impulso en la resaca de la edad del pavo de la democracia. La excusa, el encuentro entre lectores, autores y admiraciones. El trasfondo, la liturgia de la socialización con sus miradas discretas, e indiscretas. Miradas hacia obras por descubrir, pero, también, miradas hacia las colas de unos y otros. Colas largas, colas cortas, colas sin nadie. Esperas con el cosquilleo de conversar con los autores, que están en las casetas en modo exposición zoológica. Sentados debajo de su foto, como diciendo: "compare, entre original y posado". La Feria del Libro de Madrid representa la exageración de la capital: tan grande, tan abrumadora, tan gentrificada, tan acompa