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12/08/2021



Noticias
  • Parece mentira
    Fue hace dos años cuando me aventuré a hablar de mi pasión por el luquete y casi hace ya uno cuando me asomé por esta columna de opinión mensual para tratar el asunto del giste. Dos palabras que me han dado mucha rienda suelta para ganar incluso nuevas amistades en cualquier barra de bar, fiesta o festival. Y sí, lo normal cuando preguntas a cualquier persona sobre qué es un luquete o un giste hay una alta probabilidad de que te tachen de tarado… pero más gracioso es cuando hay más de uno o una al que ya le has resuelto la duda de estas dos palabras que desconocían y se quedan justo con ganas de decírtelo en la punta de la lengua. No es que sea yo un mago de la palabra, de hecho, quizás todo sea fruto de la avería que en gran parte inunda mi cabeza, pero creo que es de celebrar la gran oportunidad y variedad de vocablos que atesora la lengua española para crear un buen debate. Porque nadie lo puede negar, a todo el mundo nos gusta un buen debate o discusión buscando a veces explicación a cosas p
  • Estos agotadores momentos históricos
    Así que cuando el 28 de abril me monté en el coche para volver a casa desde la oficina, no pude evitar recordar aquel otro día del 13 de marzo del 2019, en idéntica circunstancia. En aquella ocasión nos dijeron que estaba pasando algo grave y que debíamos volver a casa derechitas y estar atentas a las noticias. «¿Grave?», pensé, cayendo en la cuenta de que no tenía muy claro qué alcance podía tener 'grave' fuera de un contexto de salud o de legalidad. Como si grave no significase lo mismo dependiendo del escenario y de la afluencia de público. Como si grave fuera un infierno que siempre pasa fuera de mi casa. Que me incumbe a lo lejos como la última reverberación de una onda expansiva. Y verdaderamente aquello fue grave. Tres meses bajo el paraguas de una incertidumbre de la mejor calidad. Cómo olvidar las colas para vacunarnos, el número de fallecidos cada día, las calles desiertas, un planeta girando en silencio casi completo, en una calma inédita desde hacía muchos, muchos años y que pare
  • Humanas e inhumanas cosas
    Cesado ya el lento volteo y grave tañido de las campanas por la muerte del papa Francisco I, cuya bondad, caridad y humanismo excedió las fronteras del catolicismo; celebradas las solemnes exequias y retransmitidas estas, por cierto, con amplia cobertura y gran detalle por la mangoneada y manipuladora televisión pública en manos del gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez; comprobado el profundo conocimiento del latín por parte del preclaro jefe de la oposición, el brillante Albertus Nuñez Feijoó (¡ay Franciscus!, ¡ay Franciscus!), ya todo se vuelve especulación y cálculo eclesiástico-político sobre las varias tendencias ideológicas existentes en el seno de la Iglesia y su correlación de fuerzas dentro del Colegio Cardenalicio que, en cónclave, ha de elegir al nuevo papa de entre sus ciento treinta y siete miembros papables, es decir, menores de ochenta años. Todo, aun contando con el socorro, favor o ayuda del Espíritu Santo, humano, demasiado humano. Y entretanto, ¡oh luz de luces!, la mi
  • Luz y sonido
    No sé a ti, pero a mí me resulta francamente difícil –creo que ya te lo había dicho alguna vez– no quedarme embobado al pasar por la catedral… Algo tiene la 'Pulchra leonina' que te 'atrapa', lo mismo da que sea bajo un sol radiante o en un día lluvioso, al amanecer o una vez se ha puesto el sol; pero, de noche, iluminada, tiene un encanto especial, la verdad… El viernes pasado, el primer templo legionense se dejó ver de otra manera. A las diez de la noche, su fachada occidental –las portadas del Juicio Final, San Juan Bautista y San Francisco de Padua– se convertía en una 'pantalla' de lujo de 360 metros cuadrados para un espectáculo de luz y sonido, que se repitió media hora más tarde. Y también al día siguiente. Y allí estuve, con Merce –y con Sirius–, entre cientos de leoneses, disfrutando –y eso que los paraguas de la gente no ayudaban…– durante catorce minutos largos de un recorrido por más de dos milenios de historia. Precisamente 'Una historia narrada en piedra' es el t
  • Una cura de humildad
    Bastó un corte de energía para descolocar a todo el país, por el miedo y la falta de información a la que nunca tendremos acceso. Nos creímos la mentira del estado del bienestar y, de pronto se ha desatado la desconfianza respecto a las nuevas tecnologías y las energías renovables. No vale la pena la destrucción de las tierras de valor para llenar el campo de paneles solares. Se arruinan las parcelas y pasamos a depender de la huerta de Marruecos. Tampoco, destruir un paisaje por el obstáculo que suponen los generadores eléctricos. Destruimos las térmicas, dinamitamos los pantanos, paramos las nucleares, nos enemistamos con Argelia (nuestro mejor proveedor de gas natural) y nos encomendamos al carbón de Marruecos y a los reactores de Francia: el primero quema carbón, el segundo centrales nucleares. Es incomprensible, Para la sociedad, para los gestores, responsables políticos y la gandalla de la UE, el apagón debería ser una cura de humildad, como lo fue la torre de Babel. Pero su única obsesión