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22/12/2020



Noticias
  • Villasfrías
    Como cada segundo sábado del mes de mayo, o sea ayer, Vegas y Villanueva del Condado celebraron la romería de Villasfrías en la ermita del mismo nombre, que se encuentra a medio camino entre ambos pueblos. En principio no hay vínculos con el nuevo papa pero todo es cuestión de ponerse. Allí, como en prácticamente todas las ermitas, la virgen se le apareció a un pastor. Allí, como en prácticamente todas las romerías, después de la misa hay fiesta y comida popular, fréjoles para más señas: cada uno de los dos pueblos hace su propia alubiada y se reparten a los lados de la ermita, dando pie a una conversación en bucle de siglos sobre si estaban mejor los fréjoles de Vegas o los de Villanueva, debate en el que a los catadores que opinan con solemnidad les pasa lo mismo que a los periodistas deportivos: sólo ellos se creen objetivos. De haberlo sabido, Fairy no hubiera necesitado inventarse los pueblos de Villarriba y Villabajo para grabar su famoso anuncio. De cada uno de los dos pueblos sale una pr
  • La consistencia de la arena
    La arena invade infinidad de alegorías y comparaciones. Una cantidad inabarcable (los errores humanos, las estrellas del universo, los átomos que todo forman…) siempre se enfrenta o supera al de granos de arena de los desiertos o las playas del mundo. Desierto y playa: aquel hostil y redundante, esta refugio y término frente a otra aterradora desmesura, las aguas. Ambos perfectos por la acción de las arenas. A causa de su ilusoria uniformidad construyen una superficie límpida y acomodada, ávida incluso, para cualquier acontecimiento: una extensión sin mácula. Todos llevamos una playa dentro aunque no la hayamos visitado o siquiera conozcamos alguna, un teatro modélico para obsesiones y sucesos a la espera de acontecer. Nos componemos a partir de lugares a los que no volveremos o son aún desconocidos y lo serán siempre, que existirán en nuestro interior, poblado de contornos erráticos como la línea de la costa. El tiempo configura las demás dimensiones. Sin embargo, la medida de ese tiempo, en el
  • ¿Infante o infanta? 'Creatura'
    En la mitad del revuelo de la ruralidad, en la taberna del bar, metidos en los efluvios de los vinos calientes con azúcar para ver si aparcamos de una vez el infierno (o invierno, como quieras), a Jaimito el de Mael, que siempre anda metido en ocurrencias, le dio por preguntar: «¿Entonces no conoces al Papa este de León?». Como nadie parecía conocerlo –igual a alguno le daba vergüenza pero no parece– pues se volvieron los pájaros contra las escopetas y le preguntaron a él: – ¿Y tú conoces al Papa? – ¿Yo? ¿De qué?; dijo casi ofendido, y añadió: «Yo a los que conozco mucho son a Juan El Hojalatero, a Traqueta el Ambulante y a Chistófano el Carrilano. Y la cosa quedó ahí, sin ganas de hurgar, porque el cabrón había metido carga de profundidad, nadie iba a presumir de conocer a Juan, Traqueta o Chistófano, pero al Papa, ese tema es muy otro, que diría Ataúlfo. Ya nos había pasado lo mismo con doña Letizia con zeta, que como era de Oviedo pues todos los veraneantes había sido de la
  • Paja seca
    Quizá sea influencia de 'El nombre de la Rosa', 'Los pilares de la tierra', 'Las sandalias del pescador' o cualquier libro o película en la que aparezcan monjes y mármol, capillas y salmos latinos, campanas llamando a maitines y rezos mezclados con intrigas. Lo cierto es que el cónclave nos ha hipnotizado durante días, desentrañando los detalles más pequeños. Los nombres y expresiones de cada ritual atraen como imanes. Parecen elegidos para dar más misterio a lo que ocurre tras los muros. Cada frase resume un acto completo y cada imagen simboliza algo, sin lugar para lo improvisado. Ya la primera estampa de las puertas cerrándose y aislando a los cardenales electores, con la frase «Fuera hombres», te lleva a imaginar escenas sumamente intrigantes. Solo podría llamarse Cónclave. Desde ese momento, puede más el misterio de lo que se esconde bajo llave que la pompa y el boato que nos ofrecen como entretenimiento, y uno preferiría estar al otro lado de la puerta. Contrasta lo histriónico de la Guardi
  • El hombre versátil
    Se ha muerto Cacha. En Ponferrada. Su nueva tierra de adopción y compromiso. Y su muerte, por inesperada, ha causado, si cabe, mayor dolor aún. Manuel Carlos Cachafeiro (y Ruiz), periodista –y Cacha para los restos–, se ha ido a una edad que produce vértigo e impotencia –cumplía 57 años a sus espaldas– y eso exige explicaciones. ¿Por qué a él? Al fin y al cabo era una persona buena y ello era más que suficiente. Y se revuelve, compulsiva, la pregunta: ¿Pero, por qué a él? Jamás habrá respuesta. Ni siquiera en el cosmos, donde muchas veces, en soledad, posaba la mirada. Asegurar que Cacha tenía más virtudes que defectos, resulta obvio. Y más bondades que malicia. Y con esa bonhomía, con ese bagaje, ganaba siempre los mano a mano. Siempre. Allá donde estuviera apenas si existían peros y porqués a su alrededor. No los contemplaba. Lo suyo era la horizontalidad y el campo abierto. Huía de los recovecos. Fue una máxima de vida, que supo alimentar desde el silencio y la paciencia. Que pac