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  • La pizarra y las pantallas
    Gracias a los reflejos de mi padre, que los rescató de la hoguera, conservo algunos pupitres de la escuela de mi pueblo. En ellos hay un hueco para el tintero en el que se mojaba la pluma. Aun no existían los bolígrafos. También conservo un par de pizarras con su correspondiente marco de madera, sí, pizarras, extraídas de una cantera, como las que cubren los tejados. En ellas escribíamos con otro trozo de pizarra y borrábamos con saliva. En ellas aprendimos a escribir y a hacer cuentas. Nada que ver con las llamadas pizarras digitales. No teníamos muchos libros. Bastaba con la enciclopedia, que lo traía todo. Ya quisieran hoy muchos universitarios saber todo lo que venía en ella. Mi primera inversión como profesor fue un proyector de diapositivas que, junto con los libros, llevaba al hombro en una mochila. Más tarde fue sustituido por un reproductor de vídeo, que también cabía en la mochila, para reproducir en el televisor del centro aquellas grandes cintas de VHS. Aún no había llegado internet
  • Cuestión de prioridades
    Avanza este mes a caballo de un tren de borrascas que va camino de pulverizar récords. Aún no ha finalizado, pero ya se confirma que ha sido el marzo más lluvioso desde que existen registros. Sus temperaturas tampoco han sido las habituales de la época. No parece que la primavera haya comenzado hace días. Algo no está funcionando de forma correcta. Si estas anomalías se deben a un cambio climático, como llevan años advirtiendo los científicos, o a un programa de manipulación del clima, según algunas teorías conspiratorias, resulta irrelevante. En ambos casos son consecuencia de la actividad humana. Tal vez el problema de fondo es esa percepción que algunas personas tienen de la naturaleza con todos sus integrantes. Los consideran meros objetos, instrumentos que se pueden modificar, destruir o utilizar al gusto con el fin de obtener el mayor beneficio. Somos unos habitantes más del planeta, no sus dueños. Creerse seres superiores, con la capacidad de arrasar con los recursos y espacios naturales co
  • Primavera
    La primavera es posiblemente la estación más esperada, después de venir de un invierno que, aunque en nada se parece a los inviernos de antaño, era la antesala de muchas cosas, entre otras, y quizás para nosotros en aquella edad escolar, eran las vacaciones de verano, por su larga duración y por los días de asueto que nos proporcionaban aunque, muchas veces no las mereciéramos. Algo que, aunque a veces nos lo tomáramos a chunga en estos últimos años de tanto desarrollo y nuevas tecnologías, lo cierto es que el cambio climático ahí está (como la puerta de Alcalá) para desambientarnos sin recordar aquellos años en los que las estaciones duraban tres meses cada una basadas en el ciclo anual de temperaturas, y echando mucho de menos aquellos inviernos de botas para pisar nieve en la capital como un acontecimiento que cada año puntualmente aparecía para satisfacción de los chavales. Después llegaba la primavera con los días más largos impregnándonos de optimismo pensando en que ya quedaba menos
  • Invertir en la incertidumbre
    La semana pasada, un gestor de Fondos de Inversión –de Renta 4– y dos analistas de inversiones de Fidelity y de Amundi, participaron en una mesa redonda donde abordaron las claves para navegar en los mercados globales en la era Trump 2.0. Todos coincidieron en que nos encontramos en un periodo de desaceleración, de menor crecimiento y de mayor inflación. Desde que Trump gobierna, la incertidumbre se ha ido elevando a nivel global. Aunque no se contempla un escenario de recesión económica, quizás asistamos a un periodo de estanflación: creciente inflación y menor crecimiento. Y los Bancos centrales tendrán que ir ajustando sus políticas de tipos de interés a este nuevo escenario. En EE UU hemos pasado en pocos meses de hablar de fortaleza a desaceleración, siendo especialmente relevante la política fiscal y con un déficit público relevante. En Europa, la política arancelaria y de gastos de defensa necesariamente generan inflación teniendo a su favor una política fiscal positiva. Nos obstante,
  • Un científico formado en la ULE desarrolla antibióticos pioneros encontrados en ranas
    César de la Fuente, uno de los científicos de mayor repercusión que se han formado en la Universidad de León (ULE), acaba de publicar una investigación en la que presenta antibióticos encontrados en ranas en unas nuevas terapias que ayudarán a combatir superbacterias. Especialmente, este trabajo liderado por el investigador formado en el Campus de Vegazana tiene un potencial prometedor en la lucha contra infecciones bacterianas gramnegativas, que siempre son complejas de tratar. Este gallego formado en León lidera un proyecto que pretende hacer frente a los patógenos resistentes a los antibióticos mediante péptidos sintéticos que se obtienen de compuestos naturales encontrados en la especie de rana 'Odorrana andersonii', que tiene su hábitat en el Sudeste Asiático y en algunas regiones de India y China. Desde la Universidad de Pensilvania, en Estados Unidos, en la que De la Fuente es catedrático, consideran que estos descubrimientos constituyen un «avance pionero». El artículo en el que particip