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- La actitud del agraciado
No sé cómo sería la Nochebuena de los agraciados leoneses por el Sorteo Extraordinario de la Lotería de Navidad, pero en la Plaza Mayor parecía que a todo el mundo le había tocado el Gordo. Miles de agraciados de actitud. Una suerte de Monoloco intergeneracional con imberbes bailando trap y familias desorientadas bailando no sabían muy bien qué, entre mayores y pequeños, la comida y la cena, los que vienen a preguntar que por aquí qué tal y los que siempre responden que igual... Los ingenieros de Amancio Ortega han triunfado una vez más uniformando al personal. Entre otras aberraciones han conseguido que se vuelvan a llevar los pellejos entre los más jóvenes, así que igual tienen ellos la receta para que los púberes se enteren de lo que fue una dictadura y de lo que es la libertad y, así, se les quiten las ganas de votar a Vox. Por suerte en la ahora llamada Tardebuena nadie hablaba de política, lo que ya es un logro, porque nos acababa de tocar la lotería a todos. A los pies de la Catedral un - Ahí te queda la bici, me llevo tu autobús
En las primeras elecciones generales había ambientillo en el bar;cada cual interpretaba la espera como le daba la gana y, aprovechando que el dueño tenía una empresa de autobuses, Fin el de Lavandera, que había bajado en bicicleta amenizaba el retraso en conocerse los resultados con una frase que dejaba colgada en el viento:«Yo voy a esperar a que se conozcan los resultados... que como ganen los míos, cojo tú autobús y ahí te dejo la Orbea, con la dinamos estropeada, por cierto». -Primero tendrás que aprender a conducirlo. - No hombre, no voy a ser tan rata como tú, que eres el amo de la empresa y te pones a conducir. Yo voy a poner un chófer, le pongo una gorra y jarra alante. Luego los resultados en escaños eran muy difíciles de entender;estamos a las cuatro de la mañana como para interpretar la Ley D'Hont, pero en medio de transporte se entendía mucho mejor. - Entonces, ¿en qué quedó la cosa?;preguntó Fin, para saber cómo volvía a casa. - Pues muy fácil, que vayas arreglando la dinamo d - Ana María Matute cumplió cien años
Entre los grandes escritore(a)s nacidos en España en 1925, cumplidos por lo tanto ya cien años, corresponde, además de las ya mencionadas en este medio Carmen Martín Gaite e Ignacio Aldecoa, a otra gran protagonista de la literatura española, Ana María Matute. Nació Ana María Matute en Barcelona fruto de una familia perteneciente a la pequeña burguesía catalana, conservadora y religiosa. A sus cuatro años de edad cayó gravemente enferma teniendo que ir a vivir al pueblo natal de sus abuelos en Mansilla de la Sierra, una pequeña localidad en las montañas de La Rioja. La escritora catalana ha confesado que la gente de aquel lugar influyó en su obra antológica «Historias de la Artámila» (1961), y en «Paulina» (1960), en la que la autora también muestra cierto carácter autobiográfico. La Guerra Civil aconteció cuando Ana María Matute tenía once años de edad. La violencia, el odio, la muerte, la miseria, la angustia y la extrema pobreza que acontecieron en la contienda y la postguerra marca - Almanaques
«Pues ya se nos metió otro año». Ya he contado que ésta era la forma, con suspiro incorporado, con que anunciaba la abuela el final de cada mes y el principio del siguiente, mientras cortaba una a una, las hojas que pendían de la pared de su cocina, con tanto cuidado como si aquella línea de puntitos perforados que sujetaba los días, pudiese sentir dolor y quejarse. Y el suspiro era especialmente intenso cuando arrancaba diciembre. Era un ritual lento, justo después del almuerzo. Entre vapores delatando el menú de Año Nuevo, quitaba la grapa que unía los meses a la imagen de la Virgen de Lourdes, que ese día dejaba de presidir los fogones y ser la reina de la cocina, para convertirse en estampa eterna en algún rincón de su alcoba, después de que la abuela recortara, torciendo lo más derecho posible, los bordes que la transformaban de calendario a estampa. Era entonces, mientras otro santo con otros 365 días colgando tomaba el relevo en la alcayata de la pared, cuando ella repetía el mantra de s - Igual que siempre
Finaliza el año. Apenas tres días más y borrón y cuenta nueva. Eso dicen. Lo malo –o lo habitual- es que nunca, salvo excepciones, ocurre así. La correa de transmisión sigue girando machacona -como si se tratara de un sinfín enloquecido-, al igual que en ejercicios anteriores. Y es que en el fondo (y en la superficie, que apostillaba el Juan Morano de sus buenos tiempos) el cambio se produce en el sentido numeral, en el calendario, y, a partir de ahí, la vida sigue igual. Lo cantaba Julio Iglesias allá por 1969, en el inicio de su brillante y fructífera carrera musical. Y tenía toda la razón y nada más que la razón el reconocido y universal español. Siempre es más de lo mismo. Por ejemplo. En la atardecida superada de Nochebuena, a eso de las 9 –un ferroviario, solvente con su encomienda y responsabilidad, diría las 21 horas- aparecía el Rey Felipe VI en las televisiones públicas y privadas, para trasladar a la nación el tradicional mensaje de Navidad. Al margen de su contenido, que cada c
15/07/1990 