Portada del periodico La Nueva Crónica:
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Noticias
  • Las horas completas
    Las novelas de Luis Mateo Díez están llenas de voces, de murmullos de vida compartida entre muchos y peculiares personajes. Luis Mateo le da a la literatura un ritmo cordial donde sus entrañables protagonistas, sometidos algunas veces a disparatadas circunstancias, se acompañan unos a otros en el periplo de existir. Me encanta esa sensación de comunidad donde todos están juntos, se necesitan y se cuentan cientos de cosas y salen adelante pese a las adversidades. Sus personajes son seres que se narran dentro de la propia narración y se sienten cercanos y absurdos. Cuando leí Las horas completas estaba ya viviendo en Columbus, Ohio, y acababa de leer La fuente de la edad y me había gustado tanto que fui a la biblioteca a buscar otro de sus libros. Necesitaba seguir escuchando la melodía de la prosa de Luis Mateo y sentir todo ese trasiego lúdico de personajes yendo de un lado para otro. En Las horas completas los protagonistas eran cinco sacerdotes que salían de excursión en un viejo coche, y el viaje
  • Crisálida
    Luis Mateo ya había escrito un primer libro de cuentos cuando lo conocí, Memorial de hierbas, unos textos todavía inéditos cuya invención y escritura me deslumbraron, bien es verdad que previamente me los había contado uno a uno José María Merino con ese genio refabulador que solo él tiene. Luis Mateo trabajaba entonces en una novela, la primera de las suyas, cuyo protagonista era un tal Marcos Parra, periodista de El Vespertino, un periódico de provincias, de una provincia innominada, que tenía una aureola de profunda decadencia. Era una novela en embrión a la búsqueda incesante de un enfoque, en un continuo pasar del pensamiento al papel, de una redacción a otra, en una tarea circular mucho más gozosa que esforzada, pues Luis Mateo disfrutaba a lo Flaubert, siempre al encuentro de la mot juste, y no se permitía pasar a la palabra siguiente sin haber calibrado bien la anterior; así con cada una de las trescientas y pico palabras de un folio, las cinco mil de un capítulo, las cien mil o más de
  • Recuerdos espirituosos
    Como la «lógica formal» está muchas veces alejada de la «realidad» –lo que la buena ficción, incluso fantástica, no toleraría–, Luis Mateo Díez y yo pasamos en León nuestra adolescencia y primera juventud sin llegar a conocernos. Nos encontramos ya en Madrid, y mi primer recuerdo «espirituoso» está en una tarde que vinieron su esposa Margarita y él a casa, y mientras mi esposa Mari Carmen hablaba con ella y yo preparaba unas bebidas —para Luis Mateo y para mí, whiskys— nuestra hija María, que entonces tendría dos años y medio, fue a susurrarle a Luis Mateo que su papá «le iba a dar veneno», pues para alejarla de aquellas botellas, eso le decíamos Mari Carmen y yo que contenían... En tiempos posteriores solíamos encontrarnos los sábados por la noche en el Mayte Comodoro, para tomar unas copas, con Juan Pedro Aparicio y su esposa Isabel, y mientras las tres chicas hablaban de sus cosas y tomaban unos cubatas, los varones le dábamos a la literatura —allí nació Sabino Ordás—
  • La edad es un mal sueño
    De todos los Luis Mateos que conozco (y de algunos de los cuales escribirán seguro mis compañeros en este libro caleidescópico dedicado al amigo y último Premio Cervantes mejor de lo que yo lo haría) elegiré uno que tiene que ver con una de sus facetas menos conocidas pese a su último libro publicado, toda una declaración de amor al cine, que tantos sueños alimentó en él. En El limbo de los cines está mucha de la inspiración que llena las novelas de Mateo como las de la mayoría de los escritores que crecimos en la segunda mitad de un siglo XX cuya principal aportación al arte fue el cine. Como todos los niños de su tiempo, Luis Mateo creció en ese limbo de los sueños, de las imágenes que brotan de la pantalla en la sala oscura y de la propia imaginación. Por azares del destino, he tenido el privilegio de compartir con Luis Mateo sus dos primeras aproximaciones a ese mundo fabuloso, algo que ni él ni yo posiblemente imaginamos jamás cuando en los cines de nuestra infancia y adolescencia soñ�
  • Nuestro Luis Mateo Díez
    Luis Mateo Díez es, hoy, uno de los escritores más relevantes del panorama nacional e internacional de las letras en lengua española. La concesión por parte de la Real Academia Española del Premio Cervantes, máximo galardón de la institución y el mayor reconocimiento que puede obtener un autor que cultive este idioma, no ha hecho más que confirmar la excepcional carrera literaria de nuestro autor lacianiego. Y me atrevo a decir nuestro, de todos los leoneses, porque, además de su origen, hablamos de un escritor que en ningún momento ha olvidado sus raíces, sino que estas siguen alimentando su fecunda vena creativa. Luis Mateo Díez es dueño de una obra variada, intensa y prolífica que bebe de la mejor tradición narrativa española y que nunca ha eludido los temas de mayor actualidad y calado social. Alzó, por ejemplo, en la trilogía de 'Celama', trasunto del Páramo Leonés, un extraordinario monumento a la destrucción de las culturas campesinas a la vez que un profundo y personalísimo retrato