Portada del periodico La Nueva Crónica:
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- Queridos albañiles magos
La imagen es tan brutal como si un señor vestido de traje, que viaja en coche oficial y que tiene infinidad de asesores entre cargos de confianza y funcionarios, le dice a un pedáneo que no cobra un duro por serlo que se quite el mono, baje de su C-15 y se ponga a hacer papeles o pierde la subvención, papeles que el primero en realidad tampoco entiende y que, por cierto, en algunos de los casos sólo se pueden presentar por internet pese a que en el pueblo del pedáneo, da igual en cuál estés pensando, no suele haber cobertura suficiente. Para dar mayor dramatismo a la secuencia, tras el «Se levanta la sesión» se puede poner como banda sonora el ruido de una caja registradora al facturar. Fue en el último pleno del año de la Diputación Provincial de León. Se aprobaron todos los puntos del orden del día por unanimidad, algo habitual durante todo este mandato en el que la oposición del PP vota a favor de todo lo que propone el equipo de Gobierno, formado por el PSOE y UPL, y luego empieza con los mati - Niebla
Las costumbres son poderosas y, a fuerza de insistencia, recorrer el monte a diario se ha convertido en el centro de gravedad de su día a día. Pero hoy las condiciones climáticas confunden el camino con sus desvíos y los senderos conocidos se ofrecen como antesalas de una alucinación. Una gasa impalpable y glacial lo envuelve todo. ¿Qué importa? ¿Acaso la novedad, una novedad liviana como esta, no alienta los placeres de la rutina? Acorta las zancadas y titubea y sus ojos se endurecen para compensar su escasa eficacia; el paseo se convierte en un ejercicio arriesgado ¿y si se perdiese o cayera en este horizonte abismal? Pese a todo, cada paso provoca una extraña sensación de descubrimiento: el mundo es revelado al ritmo de la marcha como si fuera creado por el mero hecho de recorrerse y disuelto cuando queda atrás. Camina en una burbuja de superficie confusa que otorga existencia solo a aquello que abarca. Él es su centro y no le está permitido tocarla. Un orbe para un solo habitante. Al cabo de uno - Si traen calzoncillos que no vengan
De todas las derrotas que me han apretado al cuerpo, que son más incluso que las patadas de Belén Esteban al diccionario, la que más me dolía cada año era cuando llegaba el Día de los Reyes Magos, tan entrañable, una noche tan mágica, el día de la ilusión y los nervios... y cuando me levantaba por la mañana otra vez que me habían dejado calzoncillos, pijamas, calcetines de lana iguales que los que estaba haciendo mi madre unos días antes y hasta un jersey de lana con unos renos con unos cuernos que te llegaban de la barriga hasta la sisa. Un año vale. Al siguiente les pedías un balón y más calcetines. Al año de más allá pedías una ambulancia con sirena que tenía Santiago en el escaparate de la tienda y más calzoncillos de felpa, de aquellos Marianos que ahora no los encuentras ni en Antoñanzas, que tiene allí cajas de cuando salías con frío del Club Radio. Hasta que ya no soporté más y al año de más más allá cuando dijeron en la radio que llegaba la noche tan entrañable, una noch - Pequeñas abarcas
Se nos vistió León de blanco para recibir el año, ganando por goleada los diseños televisivos, empeñados en explicarnos la forma de atragantarse con doce uvas. Y parece que se sintió guapa nuestra tierra porque lleva una semana sin mudarse, sin quitarse el vestido blanco de encaje de cencellada, los zapatos de hielo y cubriendo los hombros, un espeso manto de bruma salpicada de escarcha, que el sol convierte en joya si la roza. Fue la pregunta de Virginia, en el trayecto de la capital al pueblo, la que convirtió el paisaje en metáfora. «¿Cuándo acaba este túnel tan largo?». Hay que tener cuatro años para ver la niebla como un túnel del tiempo hecho de azúcar glas, que cruzas siendo un año y en pocas horas, regresas sobre otro calendario. Un túnel tan largo que nos ha traído hasta el día más mágico, casi a los pies de los camellos. «Queridos Reyes Magos: Este año he sido muy bueno… solo tuve un suspenso… Y sobre todo, que haya paz en el mundo». Nuestro primer acto de infantil hipocres� - Morirse de risa
Se puede uno morir de muchas maneras: dolor, pena, homicidio, suicidio, accidente, infarto, etc., pero también, pese a ser un contrasentido, de risa. Porque, la risa en sí, especialmente cuando se trata de una risa muy intensa, es gozo desbordado que puede ocasionar serios problemas. Expresiones como «desternillarse», «partirse», «troncharse» o «morirse» de risa ya advierten del peligro. Cualquiera que haya sufrido un parto por cesárea, un posoperatorio de apendicitis o una fractura en las costillas sabe que la risa puede ser la peor de las pesadillas. Es capaz de provocar, en ciertas condiciones, ataques de asma, síncopes o micciones involuntarias («mearse de risa» es un problema que para las personas que sufren de incontinencia urinaria no tiene ninguna gracia). ¿Pero es posible que uno se pueda «morir de risa»? Existen diversas leyendas históricas de ataques funestos de hilaridad. Probablemente el primero de la historia en morir de risa fue Calca o Calcante, un adivino griego del siglo XII a.