Portada del periodico La Nueva Crónica:
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Noticias
  • Más años que la orilla del río
    Aparentemente se ha convertido en tradición en este periódico tratar de darme el mayor disgusto posible para recordarme que tengo que llenar este espacio en blanco. Mis compañeros, incluido el mismísimo director, disfrutan con mi sufrimiento ante la falta de ideas, el síndrome del folio en blanco y la obligación de dar a conocer, como dirían Los Punsetes, mi «opinión de mierda». Al menos sus triquiñuelas me ayudan a restarle 10 líneas a esta columna, lo que por tanto convierte a esta en una tradición útil. Y es que estamos comenzando el mes de diciembre, el mes de las tradiciones por excelencia, unas más explicables que otras, más o menos extrañas o con un origen más o menos entendible. En mi casa, por ejemplo, los días de Nochebuena y Nochevieja en el almuerzo se acude a la comida rápida en un sinsentido si te paras a pensar, un órdago a la grande con la excusa de no cocinar en exceso, que para mi sorpresa, por la asistencia al local, tiene muchos más adeptos de los que jamás imaginé. Otr
  • Lo que va de ayer a hoy
    Pasear hoy por la plaza del Espolón es otra cosa. Otra cosa muy diferente de hacerlo hace cinco o seis años y no te digo hace cien años. Es cierto que es una zona compleja, en la que urbanismo e historia se mezclan, complicándolo todo, pues no solo es que están ahí las murallas (más bien lo que queda de ellas), es la Puerta Castillo, la Ronda Interior, el molino Sidrón o la vía de Feve. Un buen cóctel Todo eso confluye en una plaza que tiene que articular el tráfico de una buena parte del norte de la ciudad, justo en el límite con el casco antiguo que, evidentemente, es peatonal. Resolver todo no ha sido fácil. Dejando a un lado lo que es el trazado de Feve, que aquí ha sido lo menos conflictivo (su supervivencia es otra cosa), la Ronda Interior que ya figura en el PGOU del 82, y que es una buena idea, una loable idea, ya en principio estaba metida con calzador precisamente en ese espacio, y el tiempo lo que ha logrado es complicarlo aún más. La solución, dentro de lo que cabe, resuelve el paso,
  • El Emperador marmota
    Esta semana pensé escribir sobre la rotonda entre la avenida Palencia, Ingeniero Sáenz de Miera, el paseo Salamanca y el Puente de los Leones, por la que he pasado en varias ocasiones cerrando los ojos, cruzando los dedos y rezando por no escuchar cómo un coche impactaba contra el mío y cuyo diseño augura problemas de tráfico y seguridad, pero la actualidad manda. A mitad de la semana pasada el ministro de Cultura vino a León con el enésimo anuncio de la rehabilitación del Teatro Emperador y la política local volvió al modo bucle. El Emperador, cerrado desde 2006, vuelve a ser foto oficial. Se anunció la licitación para redactar el proyecto y una partida inicial, sin cifras cerradas ni plazos concretos. Tras casi veinte años de silencio, ese discurso suena a ritual. Palabras perfectas para el titular político, pero insuficientes para la obra civil. Hubo una época en la que el proyecto estaba trabajado en serio. Diagnóstico cultural, estudios de viabilidad y un plan para crear una «almendra» cul
  • Precio del cerdo
    Sabedor ya todo el mundo que la peste porcina, con la que España convivió muchos años, no afecta a la salud humana ni tan siquiera a la calidad de los productos del cerdo, hay un enfoque mediático que especula sobre la posibilidad de que se reduzca la oferta, consecuencia de una menor producción, y por lo tanto se encarezcan los productos en los lineales. Nunca más legos de este erróneo análisis, pues lo probable es que los precios bajen, que el jamón, para que todos nos entendamos, se compre más barato, y por supuesto otras piezas frescas como la panceta, el costillar o la cinta de lomo. La cesta de la compra no va a resentirse. Esto es así porque España es excedentaria en la producción porcina, por lo que no hay riesgo de desabastecimiento. Producimos casi el doble de lo que consumimos. Lo que pensamos que va a ocurrir es que se nos van a cerrar mercados de la exportación fuera de la Unión Europea, en terceros países, y consecuencia de ello habrá una sobreoferta que presionará a la baja las co
  • El cuidado que les debemos
    Hay realidades que duelen porque nos obligan a mirarnos como sociedad. La situación de muchos mayores en nuestras residencias es una de ellas. Y duele aún más porque, aunque nos cueste admitirlo, estamos fallando precisamente a quienes más nos sostuvieron: a quienes nos enseñaron a caminar, a quienes llenaron de sacrificios silenciosos los años más duros de nuestras familias, a quienes jamás nos negaron un abrazo aunque tuvieran el alma rota. Cada vez más familias, con el corazón encogido, se ven obligadas a dejar en manos ajenas el cuidado de sus mayores. No lo hacen por comodidad. Lo hacen porque la vida actual, voraz e implacable, les impide estar donde quisieran. Pero ese sentimiento de responsabilidad no puede ocultar otra verdad dolorosa: las residencias, en demasiados casos, no están a la altura del afecto que nuestros mayores merecen. En demasiados pasillos reina una prisa que araña. Una falta de personal que asfixia. Una dignidad que se tambalea entre tareas acumuladas, tiempos imposibles y u